Narciso y Eco por Paqui Moreno

SOBRE METÁFORAS Y SABERES

A Liriope, la de cabellos de azul, había la cierta vez enlazado el río Cefiso en su sinuoso curso y, teniéndola prisionera de sus ondas le hizo violencia. Dotada de una gran belleza, Liriope concibió y dio a luz a un niño que, por ello, era digno de ser amado por todas las ninfas; ella lo llamó Narciso.

Ya a sus quince años el hijo de Cefiso resultó que en muchos jóvenes, en muchas muchachas hacía nacer el deseo; pero su belleza, tierna aún, ocultaba un tan empecinado orgullo, que jamás ni chicos ni chicas pudieron conmoverlo.

Un día en que acosaba hacia sus redes a temblorosos ciervos, cautivó las miradas de la ninfa de la voz sonora, que no sabe ni callarse cuando se le habla ni hablar la primera, la ninfa que repite los sonidos, Eco. En aquel tiempo, Eco tenía cuerpo; no era simplemente una voz y sin embargo su parlera boca no le servía más que para devolver, lo mismo que hoy, las últimas palabras de lo que se le decía.

Apenas vio, pues, a Narciso errando por los campos solitarios cuando, inflamada por el deseo, siguió furtivamente sus huellas; cuanto más las sigue más se acerca al fuego que la abrasa; el vivo azufre con que se unta el extremo de las antorchas no se enciende más deprisa en contacto con la llama.

Aconteció que el joven, separado de la pandilla de sus fieles compañeros, gritó: "¿Hay alguien donde estoy yo?" "Y o", respondió Eco. Lleno de estupor paseó él por todos lados la mirada. "¡Ven!", gritó ·a plena voz; a su llamada, otra llamada contestó. Volvióse y, al no ver a nadie: "¿Por qué -dijo­huyes de mí?" Le fueron devueltas tantas palabras como había pronunciado. Insiste y, confundido por la voz que parece alternarse con la suya: "¡Aquí! -continúa-¡Reunámonos!" A nada hubiera podido responder más gustosamente Eco: "¡Unámonos!", repite ella y, seducida por lo que acaba de decir, sale del bosque y quiere echar los brazos al tan anhelado cuello. Narciso huye, y al huir "¡Aparta esas manos con que me enlazas! -dice-¡antes la muerte que abandonarme a ti!" Despreciada, ocúltase en los bosques; bajo las frondas esconde su rostro sonrojado por la vergüenza, y desde entonces vive en antros solitarios; pero su amor se le quedó grabado en el corazón y la pena por haber sido rechazada no hizo sino acrecentarse. Loa tristeza que la mantiene insomne agota su cuerpo miserable, el adelgazamiento le deseca la piel y la savia de sus miembros se desvanece. Sólo le quedan la voz y los huesos; su voz permanece intacta y sus huesos adoptaron, según se dice, la forma de un peñasco. Oculta en los bosques, ya no se muestra más que en las montañas; pero todo el mundo la oye: un sonido, he aquí cuanto de ella sobrevive.

Al igual que esta ninfa, otras, y antes multitud de mancebos, se habían visto desdeñados por Narciso. Así, una de las víctimas de sus desaires, alzando las manos al cielo, exclamó: "¡Ojalá que él también ame y nunca pueda poseer al objeto de su amor!" Loa dioses acogieron esta justa súplica.

Había allí una fuente límpida cuyas aguas brillaban como la plata. El joven fatigado por la belleza del lugar y por la frescura de la fuente. Quiere apagar su sed, pero siente que le nace una sed nueva; mientras bebe, prendado de su propia imagen, que ve en el agua, se apasiona por una ilusión sin cuerpo, se extasía ante sí mismo; permanece inmóvil, con el rostro impasible, semejante a una estatua esculpida en mármol. Tendido en el suelo, contempla sus ojos, dos astros, su cabellera digna de Baco y no menos de Apolo, sus tersas mejillas, su cuello de marfil, su agraciada boca, su tez que une a su rosado encendido una nívea blancura; admira, en fin, cuanto le hace digno de admiración. Sin advertirlo, se desea a sí mismo; es el amante y el amado, el fin al cual sus ansias se dirigen; el fuego que trata de encender es el mismo que le consume. ¡ Cuántas veces besa en vano la fuente falaz! ¿Qué es lo que ve? Lo ignora, pero lo que ve le consume. El mismo error que engaña a sus ojos los excita. ¿Por qué, crédulo muchacho, te obstinas inútilmente en apoderarte de una imagen fugitiva? Lo que persigues no existe. Aquello que amas, bastará con que te des la vuelta para que se desvanezca. El fantasma que ves no es más que el reflejo de tu imagen, sin consistencia propia, acudió y permanece contigo aquí, contigo se alejará, si es que puedes alejarte.

Narciso muere, víctima de sus propios ojos. "¿Hubo alguna vez, oh bosques -dice- amante que sufriera un suerte más cruel? Un ser me atrae y lo veo, pero ese ser que veo y me atrae no lo puedo alcanzar, tan grande es el engaño que a mi amor contraría. Para colmo de dolor no hay entre nosotros ni vasto mar ni largos caminos, ni montañas, ni murallas de cerradas puertas. Es un poco de agua lo que nos separa. También él desea mi abrazo, pues cada vez que tiende mis brazos hacia esas límpidas aguas para el beso, él se esfuerza en elevar hacia mí su boca. Parece que pueda tocarlo, únicamente un débil obstáculo se interpone entre nuestro amor. Tu amistoso semblante alguna esperanza me inspira. Cuando te tiendo los brazos tú mismo me tiendes los tuyos. Cuando te sonrío, me sonríes. Hasta he visto a menudo correr tus lágrimas cuando lloraba yo. Pero este muchacho, soy yo. Lo he comprendido y mi imagen ya no me engaña más, ardo de amor por mí mismo, soy yo quien enciende la llama que llevo en el pecho. ¿Qué hacer? ¿Aguardar a que me imploren o implorar yo? ¿Qué favor implorar? Lo que deseo soy yo. Mi riqueza ha sido la causante de mis privaciones. ¿Qué no pueda yo separarme de mi cuerpo! Quisiera que lejos de mí se hallase aquel a quien amo. Ya el dolor consume mis fuerzas, poco me queda por vivir, me extingo en la flor de mi edad."

Sus hermanas, las Náyades, lo lloraron y, habiéndose cortado los cabellos, los consagraron a su hermano. Las Dríadas lo lloraron también. Eco repitió sus gemidos. Y a se preparaba la pira, las antorchas que se agitaban en el aire y las fúnebres angarillas, pero el cuerpo había desaparecido. En lugar del cuerpo, se encontró una flor del color del azafrán, cuyo centro estaba rodeado de blancos pétalos.

EXTRACTO DE LAS METAMORFOSIS DE OVIDIO.

Marie Curie y la Educación. Por Antonia Pascual

Antonia Pascual

Mayo 2019

Uno de los aspectos más importantes que influyó, recorrió e impregnó la vida de Marie Curie fue la educación, y esta, en su doble vertiente: la de aprender y la de enseñar. Sus primeros años de vida, como ya nos ha contado Paqui, estuvieron indefectiblemente marcados por la influencia rusa, que prohibió su idioma, su religión, sus costumbres; en definitiva, cualquier manifestación de la esencia de su pueblo.
La educación desde el influjo que sus padres como profesores ejercieron sobre sus 5 hijos y a través del amor a la cultura y al saber que les transmitieron. Ambos esposos tenían idénticos ideales basados en la ética, la preeminencia del saber y la cultura, que inculcaron a sus hijos como fuertes pilares personales y servicio a su país. Educación desde su ejercicio como institutriz para contribuir a la economía familiar y para servir de ayuda a los estudios de su hermana Bronia en La Sorbona, y también, como maestra de las clases bajas, entendiéndose esto como una misión patriótica, pues pensaba que su país solo podía evolucionar a través de la formación de sus ciudadanos.Y posteriormente, profesora, primero en La Escuela Normal de Sevres, donde impartió clases de física y química a sus alumnas, y después en la Sorbona al ocupar la cátedra que dejó vacante su marido al morir. Educación para formar a un gran número de mujeres en el uso de los aparatos de rayos x durante su voluntaria e inestimable labor de ayuda durante la 1ª Guerra Mundial.
En definitiva, educación y saber fueron los pilares sobre los que cimentó su vida, siempre dedicada a aprender, pero también a enseñar.
Su padre era profesor de física y matemáticas y su madre dirigía la mejor escuela privada para niñas, y fue aquí precisamente donde comenzó su educación formal. Posteriormente, ya en tercer grado y debido a la distancia que mediaba entre la escuela y su casa sus padres la matricularon junta a su hermana Helena en la escuela privada .A pesar de que estaba obligada enseñar solo en ruso la profesora fue capaz de ocultar lo que estaba haciendo, en realidad, a las autoridades rusas. La profesora y los estudiantes participaban en una elaborada operación de encubrimiento por ejemplo, la economía doméstica en el programa oficial realmente representaba la historia de Polonia. Aunque Marie era la más joven también era la más brillante y dado que hablaba ruso era elegida a menudo para recitar cuando el inspector venía de visita.
Aquí las niñas reciben una educación excelente. Tanto ella como su hermana Elena se encontraban en la misma clase aunque Elena era un año mayor debió haber sido difícil para Elena que su hermana menor la superara en la clase.
Muchos años después, Elena recordó un incidente en el que Marie había olvidado un largo pasaje en alemán. Ya que el alemán era su tercera clase utilizo los dos recreos de 10

minutos entre clases para aprender el pasaje Elena se quejó de que le había llevado varias horas para aprender el mismo pasaje. Todos los niños Sklodowsky que eran buenos estudiantes pero no hay duda de que las habilidades especiales de Marie causaron algunos problemas con su hermano y hermanas. Claramente era superdotada o tenía altas capacidades, unidas a su tesón y trabajo, y al amor a la ciencia la convirtieron en la mujer que llegó a ser.
Su infancia transcurrió entre horas de estudio vigilados por la atenta mirada del matrimonio, y su incipiente interés por los aparatos de física que su padre guardaba en una vitrina del salón y que, con muy pocos años, atrajeron su mirada como un potente imán. Pronto despuntó en ella su innata memoria , el ansia de saber y la disciplina que, en el buen caldo de cultivo que suponía el ambiente intelectual de su familia, fueron su gran tesoro. Su padre les leía cuentos y poemas traduciéndolos directamente al polaco de las lenguas originales, lo que pronto despertó en ella admiración por la sabiduría paterna.
Ese fue el ambiente familiar, marcado por la tristeza y la siembra intelectual, en el que transcurrieron sus primeros años. Los cuatro hermanos pusieron su mirada en el estudio, en el ansia de saber que había guiado la trayectoria humana y profesional de sus padres.
Bronia y Józef concluyeron su enseñanza secundaria con sendas medallas de oro. Él se inscribió en la Universidad de Varsovia para estudiar medicina y ella, negándose a aceptar el veto ruso a la enseñanza superior femenina que abocaba a las mujeres a ser amas de casa, maestras o eternas institutrices, se afanó en ahorrar para poder estudiar en el extranjero, como hacían las muchachas que querían acceder a estudios universitarios. En los estudios secundarios polacos enseñaba, como materias principales, el ruso el latín y el griego; si obtenían resultados satisfactorios en estas asignaturas los estudiantes varones podrán matricularse en la universidad. En el programa de los institutos femeninos no figuraba ninguna lengua clásica de forma que las polacas veían cómo se cerraban automáticamente ante ellas las puertas de las universidades del Imperio.
Entretanto, para finalizar sus estudios con un diploma oficial, María se matriculó en un instituto dirigido por rusos donde daban títulos reconocidos por el gobierno del zar. Pero el ambiente era muy diferente: no se escuchaba jamás el idioma polaco y los alumnos parecían vivir atrapados por muros invisibles. Además, una desagradable celadora, la Srta. Mayer, vigilaba con dureza a la joven María, la muchacha polaca de carácter tenaz e independiente.
El 12 de junio de 1883 María terminó su etapa escolar con otra medalla de oro.Tras el esfuerzo implacable y la autoexigencia de no fallar a los suyos, que la había llevado a ser

número uno de su promoción, culminó a los quince años la primera fase de su vida estudiantil.
Cuando en septiembre de 1884, a punto de cumplir diecisiete años, regresó a Varsovia. Bronia y María deseaban ir a estudiar a París, a la Sorbona, “el templo de saber” para ellas. Dada la precaria economía familiar, empezaron por anunciarse como profesoras particulares: Lecciones de aritmética, de geometría y de francés por joven diplomada.
Precios moderados, rezaba el cartel que puso María. Cuando al fin las llamaron para impartir clases, sufrieron la decepción de topar con alumnos desinteresados y perezosos, cuyos padres las hacían esperar sin ninguna consideración en los pasillos y, al final de mes, alargaban los pagos interminablemente. Pronto supieron lo que era estar a expensas de personas con más recursos económicos pero menos valores morales, lo que acentuó el gran valor del entorno en que vivían. A pesar de tantas dificultades, ellas no perdían la esperanza de alcanzar su añorada meta y conseguir pertenecer a ese privilegiado grupo de mujeres luchadoras e idealistas que cruzaban fronteras y hacían realidad sus sueños universitarios. En 1885, María encontró una vía que hizo mucho más llevadera la larga espera hasta cruzar el umbral de la Sorbona y, a la vez, le permitía contribuir eficazmente a la formación de sus compatriotas: la Universidad Volante. Era una institución clandestina que había sido creada en Varsovia (1864-1910) con el fin de suplir la falta de educación superior de las mujeres en Polonia y preparar a las que quisieran afrontar estudios universitarios en el extranjero. Esta institución estaba enmarcada dentro de la revolución pasiva e intelectual del pueblo polaco y, con gran riesgo, se impartían clases a jóvenes ávidas de cultura y saber. Tal estructura, en principio pasó desapercibida al gobierno ruso, ya que las clases, ofrecidas por comprometidos profesores de universidad o voluntarios preparados, se daban en casas particulares y a grupos reducidos. A su vez los alumnos se convertían en profesores de las clases más desfavorecidas, dando vida así a una larga cadena de aprendizaje y colaboración. La llamada Universidad Volante nació imbuida de las ideas positivistas de Auguste Comte (1798-1857) pues, a pesar del aislamiento que sufría la nación polaca, desde Francia llegaban sus nuevas tesis como maná para los jóvenes polacos comprometidos con su propio futuro y con el de su país, tanto tiempo sometido. Sin duda, los hermanos Skłodowski eran terreno bien abonado para sembrar la máxima de que todo aquel que tuviese algún conocimiento debía transmitirlo a otros y así sucesivamente, manteniendo vivo el legado cultural polaco. En las reuniones, además de impartir clases se intercambiaban libros prohibidos y, a veces, tenían lugar recitales poéticos o musicales de obras especialmente interesantes o con tintes marcadamente patrióticos.
María se entusiasmó con este movimiento que aunaba la formación intelectual con el

servicio comunitario –dos parámetros que siempre procuró conjugar a lo largo de su vida– e involucró a Bronia y a varias amigas que se sumaron al millar de mujeres que pronto llegaron a formar parte de esta atípica universidad.
María enseñó a empleadas de un taller de confección y reunió libros en polaco para una biblioteca obrera.
Además de su activa participación en la Universidad Volante, leía clásicos en sus lenguas vernáculas y daba sus primeras clases particulares para ahorrar. Sin duda, en la cultura de amplio espectro encontraba su entorno natural.
Ante la difícil situación económica, María fue desgranando su ya meditado plan: primero trabajaría ella para ayudar a su hermana Bronia a estudiar en París e intentaría ahorrar algo; después, cuando Bronia terminase su carrera, la ayudaría a ella a costear la suya. María le confesó la clave de su propuesta: trabajaría como institutriz, así tendría un sueldo mayor y todos los gastos pagados. Bronia argumentó que fuese primero ella a estudiar a París, pues era más joven y tenía más preparación, a lo que María refutó lo contrario: la mayor debía ir primero porque llevaba más tiempo esperando. Al fin, ambas hermanas acataron emocionadas el pacto que las comprometía indefectiblemente y del que dependía el sueño de sus vidas. Aquel otoño de 1885 Bronia partió, a los veinte años, camino de París y María, a punto de cumplir dieciocho, se colocó como institutriz en Varsovia.
Para un espíritu cultivado como el suyo, convivir con una familia donde primaban las apariencias fue desolador. Pronto comprobó que la carga que había asumido en su pacto con Bronia era mucho más pesada de lo que había calculado. Pero su hermana ya estaba en París y ella tenía que seguir el camino trazado, por duro que fuese. A los tres meses se despidió para aceptar otra colocación que le habían ofrecido con anterioridad y había rechazado porque estaba lejos de Varsovia, lo que suponía abandonar su hogar.
El 1 de enero de 1886 María se despidió de su padre en la estación de tren de Varsovia y partió hacia el norte. Fue uno de los momentos más amargos de su vida. Por primera vez encaraba su destino sola, completamente sola, pero la cara feliz de Bronia partiendo a París detenía sus lágrimas y le daba fuerzas para continuar.
Pero esta joven positivista no podía mirar sin ver. Pronto se dio cuenta de que los campesinos no sabían leer ni escribir, ni siquiera firmar, y que lo poco que aprendían los niños era en ruso. Ante tal panorama ideó un plan de acción para sus horas libres: enseñarles en la clandestinidad de su habitación, pues tenía un acceso independiente. Así, con la ayuda de Brońka, creó el microuniverso de su pequeña escuela, un proyecto que llenó muchas de sus horas libres y en el que suplió, enseñando, sus propias ansias de aprender. No obstante, aquella iniciativa aparentemente inofensiva entrañaba un enorme

riesgo, pues constituía un delito que podía ser penalizado con la cárcel o la deportación a Siberia. Su alto sentido del compromiso fue para ella un buen recurso ante la soledad en que vivía, y para los discípulos, un inesperado regalo de la vida.
Finalmente, llegó el ansiado momento de viajar a París para adquirir una correcta formación científica. Marie no tenía más que un solo objetivo: aprender. Tras una corta estancia en casa de su hermana y su cuñado, Maríe decidió dejar su piso para instalarse más cerca de la facultad . Aquí las privaciones físicas de estos primeros años y el descubrimiento de la realidad desde la pobreza fueron para Maríe toda una revelación. Durante este primer año de estudios comprobó que podía vivir fácilmente con poco . Descubrió que podía centrar su vida en torno a los estudios que le abrían los anfiteatros y los laboratorios de la Sorbona.
Sin embargo, tuvo que mejorar su francés, muy distinto del que había aprendido en los libros y periódicos, y además le faltaban las bases matemáticas indispensables para la comprensión elemental de la física. Durante el primer trimestre pasó todo el tiempo libre en la biblioteca y al ver que esto no bastaba trabajaba en su habitación hasta bien avanzada la noche. El estudio era para María como la heroína para el toxicómano.
Y de este modo, en 1893 Marie fue la primera de su promoción en la Licenciatura de Ciencias Físicas.
Tras unas vacaciones en Varsovia y gracias a la Beca Aleksandrovich pudo conseguir su segunda licenciatura, esta vez en matemáticas y fue la segunda de la promoción. Ahora podía apuntar hacia horizontes más lejanos hacia algo grandioso y estimulante: añadir su propia contribución al saber científico, pero un saber científico puro.
Tras casarse con Pierre Curie comienzan a trabajar juntos. Pierre preparaba con mucho cuidado sus clases para la escuela de física y química; mientras le ayudaban ese trabajo se dio cuenta de que podía aprender mucho de la vasta experiencia teórica y práctica que su marido tenía como físico. Allí había un terreno sólido para las investigaciones que acaba de iniciar. Fue autorizada a trabajar en los locales de la escuela y demostró que fue tan capaz como cualquier investigador en el campo de la física y la química. Es además la primera mujer europea que realiza una tesis doctoral: la radiación es necesariamente una propiedad atómica. Ese fue su gran descubrimiento y enorme aportación a la física y la química.
En 1900 y a instancias del gran matemático francés Henri Poincaré, Pierre presentó su candidatura a la cátedra de Física de la Sorbona y al mismo tiempo a Marie se le propuso dar clases de física en la Escuela Normal Superior femenina de Sèvres, donde se afanaba en preparar sus clases y las manipulaciones que debían realizar en el laboratorio sus jóvenes alumnas ávidas de saber. Así pasó el matrimonio unos años entre las clases universitarias y los trabajos de investigación tratando de demostrar ante la comunidad

internacional que efectivamente el radio y el polonio eran dos elementos químicos desconocidos hasta el momento. Ella buscaba lo que más tarde denominaría el tipo de evidencia que exige la ciencia química: el hecho de que el radio es el elemento auténtico . Tras la muerte de Pierre Curie se tomó una decisión única en Francia, conceder la cátedra de física que ocupaba su marido a Marie Curie, convirténdose así en la primera mujer que obtuvo un cátedra en La Sorbona.
Cuándo estalló la Primera Guerra Mundial, deseosa de ayudar a su patria de adopción, organiza el servicio radiológico como directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja y prepara vehículos dotados de aparatos de rayos X para ayudar a miles y miles de soldados. Se ocupó personalmente de acercar los equipos radiológicos a los heridos a los hospitales de campaña para radiografiarlos y ayudar a los cirujanos a extraer certeramente las balas. Aprendió, además, a conducir, y mecánica imprescindible para resolver algún problema con los automóviles. Pero el imparable avance de la guerra reclamaba más instalaciones radiológicas para atender a los heridos. Así que, ante la escasez de hombres, María decidió dedicar las inhábiles salas del pabellón de radio a lo que en ese momento era más urgente y necesario: la formación de mujeres en técnicas radiológicas. Redactó el programa e impartió cursos teórico-prácticos para que pudieran hacerse cargo de las unidades de radiología que iban montando, tanto fijos como móviles. En 1917 Irene se unió a su madre en esta tarea docente y poco tiempo después otras mujeres con formación en ciencias se sumaron al proyecto. Impartieron clases de electricidad y rayos X a 150 mujeres llamadas manipulatrices. Pronto se extendió la noticia de la importante labor humanitaria que llevaban a cabo y los países aliados reclamaron sus servicios. Su pasión con los enfermos y heridos hizo que ella sirviera como radiólogo para lo que estaba altamente cualificada a pesar de no ser médico.
Y podría continuar hablando durante largo tiempo sobre sobre esta increíble y incansable mujer, sus innumerables premios, condecoraciones, nominaciones y un largo etcétera.
Pero quiero terminar esta charla con unas palabras que Albert Einstein le dedicó: “Marie Curie es la única persona a quien la gloria no ha corrompido”.

Marie Curie. Espíritu de su tiempo. Por Ana Cristina Carlos

Ana Cristina Carlós Fregenal
Mayo 2019

Siempre es un gran placer para mi trabajar sobre estas mujeres celebres que tienen la impronta de haberse comprometido por una verdadera causa. Nos hemos encontrado con seres adorables que no dejan de causar admiración y fascinación.
Intentando hacer luz evocando su memoria, su deseo, sus pasiones porque nos es necesario recorrer sus historias para que otras mujeres continúen su camino.

Abordar la biografía de Marie Curie, nos sumerge en una historia que nos hace vibrar al advertir la fuerza de una pasión que la conducía a las empresas y aventuras científicas más riesgosas sin tener a veces consideración por los peligros a los que se enfrentaba. La luminosa potencia de su deseo la ha precipitado a una serie de acontecimientos que bordaron su historia de leyenda , de abnegación y entrega al convertirse en la más celebre científica de todos los tiempos por sus inconmensurables contribuciones a la sociedad.

Una heroína que ha trascendido su tiempo , una mujer brillante que ha mostrado su audacia con una fuerza varonil en un cuerpo que aparentaba una endeble fragilidad y que franqueando esa imagen ha mostrado suficientemente que tenía agallas para dar lugar a su proeza y conquistar un lugar en un universo científico a pesar de los obstáculos.

Su gesta ha sido admirable porque ha sido ella misma la que fue creando las condiciones para que su acto científico tuviera lugar. Una figura que no ha esperado los movimientos sociales, para empoderarse sino que ha sembrado ella misma las condiciones adecuadas donde llevaría a cabo su pasión arrolladora.
Ni feminista, ni política avanzo ella misma con un paso decidido emprendió una lucha constante saliendo a la búsqueda de lo que le serviría para lograr sus propósitos. Esta sin duda es una posición admirable como mensaje para una mujer.
Una visionaria dotada que habitó el campo del saber científico reinventándose a cada paso en tanto portadora de un deseo de engendramiento creando lo nuevo y dando lugar a una genealogía de científicos hechos a su manera.

Incursionar a través de las biografías y su diario en su alma y su carácter, solo nos mostrara un perfil difuso, una sombra, un rostro adusto casi de tristeza pero dotada de una personalidad volcánica.

Sin duda los actos decisivos de su vida dignificaron su personalidad de la mano del espíritu de su tiempo al sostener un ideal humanista en el que ha mostrado decisión pasión y creatividad. Esta misión este ideal humanista pobló su marcha decidida.

Misionera en el campo de la investigación ciegamente comprometida en una tarea monumental advertimos que en esa entrega ha descuidado su propia vida.

Al centrar el espíritu de su tiempo, no podemos dejar de referirnos a Auguste Comte que promovía este espíritu científico buscando través de la ciencia la fuente segura de la verdad. Sostenía que la ciencia era la verdadera posición que debía tener el hombre en el universo porque La ciencia satisface a la inteligencia haciendo comprender su límite y abriendo horizontes vastos y desconocidos.

El sentimiento moral se impone como un deber al servicio de la humanidad… precipita al hombre todo entero en la plenitud de la luz en la infinita voluntad de abnegación.

La filosofía positiva está fundada en la ciencia y advierte que una ciencia mal hecha insuficiente haría ruinosos sus resultados.

Los documentos fotográficos, nos muestran una mirada, triste, austera, evitando que algo se convierta en una mueca de sonrisa.
Su vestimenta era de una humilde sencillez, la mayor parte vestimentas oscuras, un rostro rígido que establecía distancia evitando el intercambio de miradas que ocultaban un frio desapego y un cuidado riguroso de su intimidad. Evitando el afecto en su mayor parte retenido. Debemos considerar como trasmiten sus biógrafos que su llegada al mundo fue marcada por un desapego por parte de su madre y esto tendría consecuencias serias en su vida. También los duelos tempranos.
A pesar de ello podemos descubrir, un amor tierno a sus seres más íntimos, su marido Pierre y sus hijas, Irene y Eve, su amiga Misy.

Pero marcado por cierta distancia en el contacto. Se dice que no permitía que la llamaran por su nombre de Pila, lo sentía como una falta de respeto.

Una mirada que imponía respeto constituyendo un muro de frialdad para que no penetre en una celosa reserva de la intimidad.

A través de rehusar la mirada evitaba ese apego que le había sido sustraído en el contacto original maternal.

Cuando el apego se produce pobremente tiene consecuencias porque esa falta de contacto inicial es el que funda primer tiempo de un lazo amoroso y esa falta puede que se colme por otro contacto o estado pasional que es lo que nos muestra en esa sed de saber y de brillar en el campo del saber científico provocando la fascinación en el otro.

Nos dice Robert Reid,(17) de este tiempo.

“A María le causaba un gran impacto la cantidad de tiempo que pasaba su madre de rodillas, en un reclinatorio .Pero por otro parte se daba cuenta con claridad que existía un obstáculo. Para el desarrollo de una verdadera intimidad entre las dos. Era costumbre que los hijos mostraran gran respeto hacia los padres(…)Pero en esta familia , el distanciamiento y los problemas que este planteaba tenía implicaciones más profundas . María observo que su madre de repente evitaba besarlos o estrecharlos entre si(...)su madre experimentaba los primeros síntomas de la tuberculosis.”

Es decir un primer rechazo inicial la ha marcado definitivamente en sus relacione afectivas y se fue deslizando a lo largo de ciertos lazos y vivencias.

El encuentro con Casimir cuando se enamora siendo institutriz la lleva a la cumbre del rechazo que luego se restaurara en un lazo tierno, con su amado Pierre.

La misión humanitaria.

Siguiendo la vía del rechazo cabría la pregunta:

¿Qué consecuencias ha sufrido Marie Curie por este justo título de ser benefactora de la humanidad?¿ Es que supone el abandono de sí misma?

La misión tan apasionante que Marie llevaba a cabo incluía sin duda una actitud abnegada y sacrificada. Este marcado altruismo ha impuesto un autosacrifico y una ofrenda a un dios oscuro, la ciencia. Una inmolación.

Su misión humanitaria tenía como proyecto esencial realizar un aporte a la investigación científica y promover y proteger la vida, la salud de la humanidad.

De hecho el avance de los beneficios del radio para la lucha contra el cáncer ha sido de un carácter espectacular, un hallazgo que se imponía en un alcance que enfrentaba a la destrucción y desalojaba a un enemigo mortal.
Sus aportes tuvieron esa misión de salvar vidas pero cabe interrogar el lugar del alma del científico.

¿Qué ha sucedido con su cuerpo que a pesar de saber y conocer de la amenaza destructora de los gases venenosos fueron insuficientes los escudos y los parapetos para proteger su salud?

¿Es que un científico puede olvidarse de las consecuencias de su descubrimiento?
Esta pregunta abre una gran interrogación sobre la consecuencia de la ciencia en la vida de los seres humanos, la posterior bomba atómica relacionada con la radiactividad nos invita a una reflexión profunda. La ciencia tenía prioridad sobre todas las cosas, familia, hijos y sobre ella misma.

Su cuerpo expuesto a la radiación, le había producido, ceguera, anemia, y otras. Había sido informada desde 1920 de numerosos decesos se negaban a aceptar estas consecuencias y responsabilizaba a las personas no al radio.
Avanzaba como Antigona sin atisbar las consecuencias de la exposición al radio como sustancias peligrosas que la amenazaban en la oscuridad del laboratorio.

Su descubrimiento la catapulto a la cumbre de la genialidad científica pero también mino su cuerpo envolviéndola en un manto de destrucción. Entrego a la ciencia no solamente una mente brillante, sino su cuerpo sometido a una ola destructiva que no se sospechaba entonces siendo el costo a pagar por semejante descubrimiento. Murió a la edad de 67 años.

“Como mujer y científica (...)había abordado las dificultades de su profesión en un plano de igualdad con sus colegas , quienes casualmente eran todos hombres . No esperaba de ellos ninguna concesión y no se la hicieron.”261
Porque solo siguió su causa y su deseo no necesito nada más.

Marie Curie. Integridad Moral y Tenacidad. Por Francisca Moreno

Paqui Moreno
Mayo 2019

Trabajar sobre una mujer tan conocida y tan admirada como Marie Curie parece fácil de entrada pero no lo es, precisamente porque hay tanta información, tantas parcelas en las que centrarse, porque es una mujer tan completa y tan brillante en todas las tareas que acometió, es tan difícil sintetizar y tratar de transmitir su legado en los pocos minutos de que disponemos para intentar propiciar la reflexión y el debate sobre su vida y su obra, que es definitiva el objetivo de estos encuentros.
En los años que llevamos trabajando en este ciclo, cuando he comentado con amigas o compañeras sobre quién estaba preparando la charla, la mayoría sabían poco o nada de su vida o tenían una noción vaga del personaje y en algunas ocasiones, las mujeres que hemos presentado era absolutas desconocidas fuera del restringido círculo de los especialistas en tal o cual materia. Con Marie Curie pasa exactamente lo contrario, si hablamos de científicos, todos los que no sabemos nada de ciencia pensamos automáticamente en dos: Albert Einstein y Marie Curie. Sus vidas se cruzaron en varias ocasiones, se admiraban mutuamente y ambos fueron estrellas mediáticas conocidos y aclamados ya en vida y con el tiempo su prestigio no ha dejado de crecer.
Pero a Marie, ocupar el lugar de honor que justamente le corresponde no le resultó fácil. Tuvo muchos detractores y en la comunidad científica no fueron pocos los que trataron de atribuir el descubrimiento del polonio y el radio a su marido, Pierre Curie, no a ella, asegurando malévolamente que ella había medrado cogida a los faldones de su chaqueta.
En 1935, después de su muerte, Albert Einstein que conocía bien su trabajo, publicó un memorial en su recuerdo en el que le atribuía el descubrimiento de los dos elementos químicos nuevos, solo por su intuición y tenacidad, bajo las más adversas condiciones imaginables y concluía este memorial diciendo que de todas las personas famosas que había conocido, Marie Curie era la única a quién en la fama no había corrompido. Actualmente, fuera ya de dudas su valía, sus restos junto con los de su amado esposo Pierre, descansan en el Panteón de Hombres Ilustres de París, aunque como todos sabemos, la científica más famosa de Francia no era francesa.
Había nacido en 1867 en Varsovia, la capital polaca, fue la menor de cinco hermanos en una familia, los Sklodowski, dedicada a la educación. Su padre, Wladyslaw, era profesor de Matemáticas y Física y su madre Bronislava dirigía un colegio femenino donde era profesora de Lenguas Clásicas y Filosofía. Ambos leían además en ruso, francés, alemán e inglés y se ocuparon personalmente de la educación de sus hijos a la que dieron la máxima importancia. No cabe duda de que este ambiente familiar tuvo necesariamente que influir en la energía que dedicó y en la especial preocupación que Marie Curie tuvo por el estudio y la transmisión del conocimiento toda su vida, y que centrará la intervención de Toña, otra mujer dedicada a la educación y profundamente comprometida con ella.
No menos profundamente tuvo que marcar su infancia y su carácter la enfermedad. Su madre contrajo tuberculosis cuando ella nació y aunque siempre fue afectuosa, desde que enfermó no se permitió el contacto físico con sus hijos y la bebé que fue Marie Curie no tuvo besos ni abrazos de su madre, quién le hablaba con afecto pero no la tocaba para no contagiarle su enfermedad. Además, cuando Marie tenía cuatro años, su madre se ausentó por dos años para hacer una cura de reposo en un sanatorio, único medio conocido en la época contra la terrible tuberculosis, aunque en su caso, como en tantos otros, no tuvo resultados positivos.
El tifus, endémico en Polonia, también entró en el hogar de los Sklodowski, las dos hermanas mayores enfermaron, Bronia se curó, pero Sofía murió cuando Marie tenía ocho años. Su madre, de salud ya muy quebrantada, nunca se recuperó de la tristeza, se encerró en la oración y dos años después también murió. Marie que acompañaba a su madre en sus rezos y confiaba en sus oraciones, cuando la perdió perdió también la fe y solo la razón fue en adelante su soporte y su guía. De las profundidades de su alma y su carácter se ocupará en su intervención, como siempre, Ana Cristina Carlós.
Cuando Marie nació Polonia era un país ocupado por Rusia con todo lo que representa para los habitantes de cualquier nación estar invadidos por una potencia extranjera. Los rusos tenían prioridad sobre los polacos para ocupar los trabajos de gestión o dirección si lo solicitaban y así Wladyslaw, su padre, fue relegado a desempeñar trabajos cada vez de menor rango y peor pagados. La familia pasaba apuros económicos. Era consciente del talento de sus hijos a cuya educación daba la máxima prioridad: Joseph, el único varón podía estudiar medicina en Varsovia, pero las chicas en Polonia no podían ir a la universidad y él no podía pagar sus estudios en París donde La Sorbona admitía mujeres en sus aulas. Marie hizo un trato con su hermana, trabajaría como institutriz para que Bronia pudiera estudiar Medicina en La Sorbona y cuando Bronia se titulara ayudaría a María para que pudiera ira a estudiar a París Física y Quimica.
Así, con diecisiete años, abandonó Varsovia, dejó el hogar familiar para instalarse a cientos de Kilómetros durante cuatro años con una familia adinerada que la valoraba y la trató con deferencia, hasta que se enamoró del hijo mayor y fue correspondida, la joven inteligente y modélica que era adecuada para educar a sus hijos, ya no lo era para emparentar directamente con ellos.
El joven enamorado no aguantó la presión y rompió la relación, causando con ello a Marie una herida que tardaría años en curar, de hecho, tenemos constancia de que tuvo algunos pretendientes en la universidad, alguno particularmente insistente, pero no fue hasta los ventiséis años, cuando conoció a Pierre Curie que se abrió nuevamente al amor.
Pierre con treinta y cinco era ya un físico reconocido, venía también de una herida que lo había cerrado al amor, su novia de juventud murió y desde entonces vivía centrado en el estudio y la investigación. Sin duda fue una suerte para ambos que estos dos seres tan afines se conocieran y se enamoraran, pero sobre todo fue una suerte para la humanidad porque juntos consiguieron lo que probablemente no hubieran logrado por separado, aún siendo tenaces y superdotados los dos.
Cuando he destacado la integridad moral de Marie Sklodowska, lo hago por hechos como éste: Marie vivía en París con verdaderas estrecheces, por su magnífico expediente se le había concedido la beca Alexandrovitch, que se otorgaba a jóvenes polacos particularmente dotados para que pudieran estudiar en universidades extranjeras. Ella conocía en carne propia las dificultades que tenían sus compatriotas para estudiar en las grandes universidades de Europa y en el momento que consiguió un empleo, aunque modesto, como ayudante de laboratorio, devolvió el dinero de la beca para que otro estudiante pudiera beneficiarse de ella.
Maríe tenía intención de volver a Polonia cuando terminara sus estudios, pero fue Pierre, magnánimo siempre, quien la retuvo en París y lo consiguió precisamente porque se mostró dispuesto a abandonar su carrera y vivir con ella en Varsovia si así consentía en casarse.
Cuando Albert Einstein afirma que descubrió dos elementos químicos nuevos bajo las más adversas condiciones no exageraba. El matrimonio curie dividió el trabajo, Pierre siguió con sus clases y se ocupó de la Física, de las mediciones en las que era especialista y Marie se ocupó de la Química. Eso suponía procesar, es decir, moler, calentar, decantar etc., en un almacén desvencijado que habilitó como laboratorio, ocho toneladas de pechblenda, un material de desecho de las minas de uranio para obtener con el método que ella misma desarrolló, un solo gramo de uranio. Pero no patentó su método, lo publicó y lo puso a disposición de la comunidad científica.
Como todos sabemos, este trabajo mereció el reconocimiento internacional y por este descubrimiento al matrimonio Curie se le otorgó el premio Nobel de Física compartido con Pierre Becquerel. Pero lo que ya no es tan conocido es que el premio no la incluía a ella en principio, y fue Pierre, magnífico como siempre, quien escribió a la Academia sueca, destacando el trabajo de su mujer y negándose a recibir el premio si no la incluía en el reconocimiento.
1903 fue un año agridulce para Marie, perdió al bebé que esperaban la que hubiera sido su segunda hija, en el sexto mes de embarazo, seguramente a causa del trabajo físico excesivo y de su contacto directo con el radio y además sintió el rechazo y la crítica de parte de la comunidad científica, aunque la apoyaban abiertamente los que más directamente conocían su trabajo. Finalmente El Nobel se les concedió a los dos, pero con la dotación económica de un solo premio y fue Pierre el que pronunció el discurso de aceptación, ella lo acompañó sentada entre el público.
Pierre murió atropellado por un carruaje en 1906, de cuánto la quiso y la valoró dan cuenta sus hechos y su correspondencia, y de cuánto lo amó ella queda constancia en el diario que escribió en los primeros meses de su viudedad. Marie siempre cuidó mucho de su intimidad, en su vejez eliminó toda la correspondencia personal que no tenía relación con su trabajo, pero no destruyó este diario que sus hijas depositaron en la Biblioteca Nacional de París, con la prohibición de ser consultado o publicado hasta cien años después de haber sido escrito. En Español se ha publicado bajo el título La ridícula idea de no volver a verte con una extensa introducción de Rosa Montero que elabora también en esas páginas su propio duelo.
Marie se hizo cargo de la cátedra de Pierre en La Sorbona con lo que multiplicó su trabajo, pues a la dirección del laboratorio añadió las clases. Pudo hacerlo porque desde que nació Irene, su primera hija, contó con el apoyo inestimable de su suegro que vivía con ellos, ocupándose en exclusividad y amorosamente de Irene y después también de la pequeña Eva que sólo tenía un añito cuando Pierre murió.
En 1910, ya en solitario, publica su Tratado sobre la radiactividad, que le valió al año siguiente la concesión del Premio Nobel de Química, siendo la primera persona en obtener dos premios Nobel. Pero también ahora hubo sus presiones. María había iniciado por ese tiempo una relación amorosa con el también físico Paul Langevin. Paul estaba casado y su esposa, despechada, recurrió a la prensa y se desató una campaña de acoso y desprestigio contra ella de tal calibre que llevó a Hauser, el periodista que había encendido la mecha de aquel escándalo a publicar una carta de disculpa, pero el daño ya estaba hecho. Marie cortó inmediatamente la relación y nunca más volvió a plantearse relación alguna. Curiosamente, en lo que podemos considerar una suerte de justicia poética, una nieta de Marie y un nieto de Paul se enamoraron y se casaron años después.
Pero el daño de esta campaña de difamación no afectó sólo a su esfera familiar, también a su trabajo, las autoridades de La Sorbona recibieron presiones del Ministerio de Instrucción pública para retirarle la cátedra y el secretario de la Academia sueca le escribió pidiéndole expresamente que se excusara de asistir a Estocolmo y le comunicara por escrito que no aceptaba el premio hasta que no se hubiera demostrado que las acusaciones contra ella eran falsas. Agotada como estaba y con una dignidad que todavía nos admira escribió la carta de respuesta de la que leo textualmente este párrafo.
“La acción que usted me recomienda sería un grave error por mi parte. De hecho, el premio me ha sido concedido por el descubrimiento del radio y el polonio. creo que no hay conexión entre mi trabajo científico y mi vida privada. No puedo aceptar, por principio, la idea de que la valoración del trabajo científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia acerca de mi intimidad.”
Viajó con su hija Irene a Estocolmo para recibir personalmente el Nobel y cuando, tres años más tarde, se desató en Europa la Gran Guerra, abandonó la comodidad del laboratorio, recaudó fondos y utilizó su prestigio y su influencia para poner en marcha las que se conocieron como “las petites curies”, unidades móviles de rayos X, manipulados por enfermeras formadas por ella misma y su hija Irene, que ayudaron a salvar tantas vidas a los cirujanos militares.
Vivió hasta 1934 y trabajó hasta el final de su vida, aunque cada vez más débil y más enferma a causa de su contacto permanente con la radiactividad. Quiero terminar con una frase suya que explica, mucho mejor de lo que pueda hacerlo yo su carácter y su extraordinaria calidad humana:
No podemos confiar en construir un mundo mejor sin mejorar los individuos. Con este propósito, cada uno de nosotros debe trabajar su propio perfeccionamiento, aceptando, en la vida general de la humanidad su parte de responsabilidad, ya que nuestro deber particular es el de ayudar a aquellos a quienes podemos ser útiles

Sobre Metáforas y Saberes: Edipo

Edipo es sin duda uno de los mitos fundamentales para el Psicoanálisis, del que todo el mundo conoce la historia, siquiera sea vagamente.
Hijo de Yocasta y Layo, rey de Tebas, un oráculo predijo cuando nació que asesinaría a su padre y se casaría con su madre; para evitarlo, a los tres días de nacer, el padre mandó que se le agujerearan los tobillos para, atado por los pies con una correa, abandonarlo en el bosque para que muriera, según una versión, o arrojarlo al mar, según otra. Pero encontrado por un pastor, fue llevado al rey Pólibo que no tenía hijos y lo crió como tal.
Cuando es mayor consulta el oráculo y se entera de la maldición que pesa sobre él. Creyéndose hijo de Pólibo abandona su casa y su país para evitar que se cumpla la profecía. En el camino encuentra a Layo, y sin saber que es el rey de Tebas y su verdadero padre, disputa con él y lo mata. Llega a Tebas, descifra los enigmas que le propone la Esfinge y obtiene como premio desposar a la reina viuda y convertirse en rey. El Destino, como factotum que escapa a la voluntad humana, se cumple inexorablemente. Cuando Edipo, tras una serie de avatares, conoce su verdadera situación, se maldice a sí mismo, se arranca los ojos y vaga desterrado el resto de sus días.
Esta historia, como todos los mitos, se había formado por tradición oral y, aunque había sido recogida con anterioridad, fue Sófocles en el siglo V a C. el que fijó para la posterioridad la versión definitiva. Escribir estas líneas se me presentaba por tanto como una magnífica ocasión de acercarme a un clásico y ampliar lo que sabía de Edipo, que se reducía a lo dicho hasta ahora. Debo confesar, además de mi incultura, que me he encontrado sorprendida de cómo Sófocles aborda una historia que en su tiempo todo el mundo conocía, porque no lo hace de una forma lineal, sino que la desarrolla en tres tragedias: ANTÍGONA, EDIPO REY Y EDIPO EN COLONA, que escribió y estrenó por este orden en la segunda mitad de su vida.
En la primera tragedia "Antígona" la acción comienza cuando ya ha muerto Edipo y sus dos hijos varones se han dado muerte el uno al otro, luchando entre sí en cumplimiento de la maldición paterna. Uno es enterrado con honores, pero el otro es condenado por su tío, el nuevo tirano de Tebas, a quedar insepulto para ser devorado por las alimañas. Antígona, la hija de Edipo, tras intentar que su hermana Ismene le ayude sin conseguirlo, entierra sola a su hermano, cumple con su obligación familiar dejando de lado su obligación social y se enfrenta a la pena de muerte que pesaba sobre quien diera sepultura al cadáver. Antígona muere y con ella se suicida su prometido, el hijo del tirano que la ha condenado arrastrando con su muerte la de su madre. Ismene sobrevive a toda la familia, pero sólo para llorar su cobardía y su soledad.

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Fundación Anna O. está especializada la salud emocional de la mujer, esta puede verse afectada por múltiples factores, muchos de ellos difícilmente perceptibles por quien los sufre. Algunos de los casos que solemos tratrar son: Maltrato físico y psíquico,  separación, depresiones, angustias, fobias, ataques de pánico, dificultades en la sexualidad, embarazos indeseados, dificultades en el aprendizaje, intentos de suicidio, anorexia, bulimia, conflictos familiares o abusos sexuales, violación y todo aquello que derive en un sufrimiento intolerable.

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