Marie Curie y la Educación. Por Antonia Pascual

Marie Curie y la Educación. Por Antonia Pascual

Antonia Pascual

Mayo 2019

Uno de los aspectos más importantes que influyó, recorrió e impregnó la vida de Marie Curie fue la educación, y esta, en su doble vertiente: la de aprender y la de enseñar. Sus primeros años de vida, como ya nos ha contado Paqui, estuvieron indefectiblemente marcados por la influencia rusa, que prohibió su idioma, su religión, sus costumbres; en definitiva, cualquier manifestación de la esencia de su pueblo.
La educación desde el influjo que sus padres como profesores ejercieron sobre sus 5 hijos y a través del amor a la cultura y al saber que les transmitieron. Ambos esposos tenían idénticos ideales basados en la ética, la preeminencia del saber y la cultura, que inculcaron a sus hijos como fuertes pilares personales y servicio a su país. Educación desde su ejercicio como institutriz para contribuir a la economía familiar y para servir de ayuda a los estudios de su hermana Bronia en La Sorbona, y también, como maestra de las clases bajas, entendiéndose esto como una misión patriótica, pues pensaba que su país solo podía evolucionar a través de la formación de sus ciudadanos.Y posteriormente, profesora, primero en La Escuela Normal de Sevres, donde impartió clases de física y química a sus alumnas, y después en la Sorbona al ocupar la cátedra que dejó vacante su marido al morir. Educación para formar a un gran número de mujeres en el uso de los aparatos de rayos x durante su voluntaria e inestimable labor de ayuda durante la 1ª Guerra Mundial.
En definitiva, educación y saber fueron los pilares sobre los que cimentó su vida, siempre dedicada a aprender, pero también a enseñar.
Su padre era profesor de física y matemáticas y su madre dirigía la mejor escuela privada para niñas, y fue aquí precisamente donde comenzó su educación formal. Posteriormente, ya en tercer grado y debido a la distancia que mediaba entre la escuela y su casa sus padres la matricularon junta a su hermana Helena en la escuela privada .A pesar de que estaba obligada enseñar solo en ruso la profesora fue capaz de ocultar lo que estaba haciendo, en realidad, a las autoridades rusas. La profesora y los estudiantes participaban en una elaborada operación de encubrimiento por ejemplo, la economía doméstica en el programa oficial realmente representaba la historia de Polonia. Aunque Marie era la más joven también era la más brillante y dado que hablaba ruso era elegida a menudo para recitar cuando el inspector venía de visita.
Aquí las niñas reciben una educación excelente. Tanto ella como su hermana Elena se encontraban en la misma clase aunque Elena era un año mayor debió haber sido difícil para Elena que su hermana menor la superara en la clase.
Muchos años después, Elena recordó un incidente en el que Marie había olvidado un largo pasaje en alemán. Ya que el alemán era su tercera clase utilizo los dos recreos de 10

minutos entre clases para aprender el pasaje Elena se quejó de que le había llevado varias horas para aprender el mismo pasaje. Todos los niños Sklodowsky que eran buenos estudiantes pero no hay duda de que las habilidades especiales de Marie causaron algunos problemas con su hermano y hermanas. Claramente era superdotada o tenía altas capacidades, unidas a su tesón y trabajo, y al amor a la ciencia la convirtieron en la mujer que llegó a ser.
Su infancia transcurrió entre horas de estudio vigilados por la atenta mirada del matrimonio, y su incipiente interés por los aparatos de física que su padre guardaba en una vitrina del salón y que, con muy pocos años, atrajeron su mirada como un potente imán. Pronto despuntó en ella su innata memoria , el ansia de saber y la disciplina que, en el buen caldo de cultivo que suponía el ambiente intelectual de su familia, fueron su gran tesoro. Su padre les leía cuentos y poemas traduciéndolos directamente al polaco de las lenguas originales, lo que pronto despertó en ella admiración por la sabiduría paterna.
Ese fue el ambiente familiar, marcado por la tristeza y la siembra intelectual, en el que transcurrieron sus primeros años. Los cuatro hermanos pusieron su mirada en el estudio, en el ansia de saber que había guiado la trayectoria humana y profesional de sus padres.
Bronia y Józef concluyeron su enseñanza secundaria con sendas medallas de oro. Él se inscribió en la Universidad de Varsovia para estudiar medicina y ella, negándose a aceptar el veto ruso a la enseñanza superior femenina que abocaba a las mujeres a ser amas de casa, maestras o eternas institutrices, se afanó en ahorrar para poder estudiar en el extranjero, como hacían las muchachas que querían acceder a estudios universitarios. En los estudios secundarios polacos enseñaba, como materias principales, el ruso el latín y el griego; si obtenían resultados satisfactorios en estas asignaturas los estudiantes varones podrán matricularse en la universidad. En el programa de los institutos femeninos no figuraba ninguna lengua clásica de forma que las polacas veían cómo se cerraban automáticamente ante ellas las puertas de las universidades del Imperio.
Entretanto, para finalizar sus estudios con un diploma oficial, María se matriculó en un instituto dirigido por rusos donde daban títulos reconocidos por el gobierno del zar. Pero el ambiente era muy diferente: no se escuchaba jamás el idioma polaco y los alumnos parecían vivir atrapados por muros invisibles. Además, una desagradable celadora, la Srta. Mayer, vigilaba con dureza a la joven María, la muchacha polaca de carácter tenaz e independiente.
El 12 de junio de 1883 María terminó su etapa escolar con otra medalla de oro.Tras el esfuerzo implacable y la autoexigencia de no fallar a los suyos, que la había llevado a ser

número uno de su promoción, culminó a los quince años la primera fase de su vida estudiantil.
Cuando en septiembre de 1884, a punto de cumplir diecisiete años, regresó a Varsovia. Bronia y María deseaban ir a estudiar a París, a la Sorbona, “el templo de saber” para ellas. Dada la precaria economía familiar, empezaron por anunciarse como profesoras particulares: Lecciones de aritmética, de geometría y de francés por joven diplomada.
Precios moderados, rezaba el cartel que puso María. Cuando al fin las llamaron para impartir clases, sufrieron la decepción de topar con alumnos desinteresados y perezosos, cuyos padres las hacían esperar sin ninguna consideración en los pasillos y, al final de mes, alargaban los pagos interminablemente. Pronto supieron lo que era estar a expensas de personas con más recursos económicos pero menos valores morales, lo que acentuó el gran valor del entorno en que vivían. A pesar de tantas dificultades, ellas no perdían la esperanza de alcanzar su añorada meta y conseguir pertenecer a ese privilegiado grupo de mujeres luchadoras e idealistas que cruzaban fronteras y hacían realidad sus sueños universitarios. En 1885, María encontró una vía que hizo mucho más llevadera la larga espera hasta cruzar el umbral de la Sorbona y, a la vez, le permitía contribuir eficazmente a la formación de sus compatriotas: la Universidad Volante. Era una institución clandestina que había sido creada en Varsovia (1864-1910) con el fin de suplir la falta de educación superior de las mujeres en Polonia y preparar a las que quisieran afrontar estudios universitarios en el extranjero. Esta institución estaba enmarcada dentro de la revolución pasiva e intelectual del pueblo polaco y, con gran riesgo, se impartían clases a jóvenes ávidas de cultura y saber. Tal estructura, en principio pasó desapercibida al gobierno ruso, ya que las clases, ofrecidas por comprometidos profesores de universidad o voluntarios preparados, se daban en casas particulares y a grupos reducidos. A su vez los alumnos se convertían en profesores de las clases más desfavorecidas, dando vida así a una larga cadena de aprendizaje y colaboración. La llamada Universidad Volante nació imbuida de las ideas positivistas de Auguste Comte (1798-1857) pues, a pesar del aislamiento que sufría la nación polaca, desde Francia llegaban sus nuevas tesis como maná para los jóvenes polacos comprometidos con su propio futuro y con el de su país, tanto tiempo sometido. Sin duda, los hermanos Skłodowski eran terreno bien abonado para sembrar la máxima de que todo aquel que tuviese algún conocimiento debía transmitirlo a otros y así sucesivamente, manteniendo vivo el legado cultural polaco. En las reuniones, además de impartir clases se intercambiaban libros prohibidos y, a veces, tenían lugar recitales poéticos o musicales de obras especialmente interesantes o con tintes marcadamente patrióticos.
María se entusiasmó con este movimiento que aunaba la formación intelectual con el

servicio comunitario –dos parámetros que siempre procuró conjugar a lo largo de su vida– e involucró a Bronia y a varias amigas que se sumaron al millar de mujeres que pronto llegaron a formar parte de esta atípica universidad.
María enseñó a empleadas de un taller de confección y reunió libros en polaco para una biblioteca obrera.
Además de su activa participación en la Universidad Volante, leía clásicos en sus lenguas vernáculas y daba sus primeras clases particulares para ahorrar. Sin duda, en la cultura de amplio espectro encontraba su entorno natural.
Ante la difícil situación económica, María fue desgranando su ya meditado plan: primero trabajaría ella para ayudar a su hermana Bronia a estudiar en París e intentaría ahorrar algo; después, cuando Bronia terminase su carrera, la ayudaría a ella a costear la suya. María le confesó la clave de su propuesta: trabajaría como institutriz, así tendría un sueldo mayor y todos los gastos pagados. Bronia argumentó que fuese primero ella a estudiar a París, pues era más joven y tenía más preparación, a lo que María refutó lo contrario: la mayor debía ir primero porque llevaba más tiempo esperando. Al fin, ambas hermanas acataron emocionadas el pacto que las comprometía indefectiblemente y del que dependía el sueño de sus vidas. Aquel otoño de 1885 Bronia partió, a los veinte años, camino de París y María, a punto de cumplir dieciocho, se colocó como institutriz en Varsovia.
Para un espíritu cultivado como el suyo, convivir con una familia donde primaban las apariencias fue desolador. Pronto comprobó que la carga que había asumido en su pacto con Bronia era mucho más pesada de lo que había calculado. Pero su hermana ya estaba en París y ella tenía que seguir el camino trazado, por duro que fuese. A los tres meses se despidió para aceptar otra colocación que le habían ofrecido con anterioridad y había rechazado porque estaba lejos de Varsovia, lo que suponía abandonar su hogar.
El 1 de enero de 1886 María se despidió de su padre en la estación de tren de Varsovia y partió hacia el norte. Fue uno de los momentos más amargos de su vida. Por primera vez encaraba su destino sola, completamente sola, pero la cara feliz de Bronia partiendo a París detenía sus lágrimas y le daba fuerzas para continuar.
Pero esta joven positivista no podía mirar sin ver. Pronto se dio cuenta de que los campesinos no sabían leer ni escribir, ni siquiera firmar, y que lo poco que aprendían los niños era en ruso. Ante tal panorama ideó un plan de acción para sus horas libres: enseñarles en la clandestinidad de su habitación, pues tenía un acceso independiente. Así, con la ayuda de Brońka, creó el microuniverso de su pequeña escuela, un proyecto que llenó muchas de sus horas libres y en el que suplió, enseñando, sus propias ansias de aprender. No obstante, aquella iniciativa aparentemente inofensiva entrañaba un enorme

riesgo, pues constituía un delito que podía ser penalizado con la cárcel o la deportación a Siberia. Su alto sentido del compromiso fue para ella un buen recurso ante la soledad en que vivía, y para los discípulos, un inesperado regalo de la vida.
Finalmente, llegó el ansiado momento de viajar a París para adquirir una correcta formación científica. Marie no tenía más que un solo objetivo: aprender. Tras una corta estancia en casa de su hermana y su cuñado, Maríe decidió dejar su piso para instalarse más cerca de la facultad . Aquí las privaciones físicas de estos primeros años y el descubrimiento de la realidad desde la pobreza fueron para Maríe toda una revelación. Durante este primer año de estudios comprobó que podía vivir fácilmente con poco . Descubrió que podía centrar su vida en torno a los estudios que le abrían los anfiteatros y los laboratorios de la Sorbona.
Sin embargo, tuvo que mejorar su francés, muy distinto del que había aprendido en los libros y periódicos, y además le faltaban las bases matemáticas indispensables para la comprensión elemental de la física. Durante el primer trimestre pasó todo el tiempo libre en la biblioteca y al ver que esto no bastaba trabajaba en su habitación hasta bien avanzada la noche. El estudio era para María como la heroína para el toxicómano.
Y de este modo, en 1893 Marie fue la primera de su promoción en la Licenciatura de Ciencias Físicas.
Tras unas vacaciones en Varsovia y gracias a la Beca Aleksandrovich pudo conseguir su segunda licenciatura, esta vez en matemáticas y fue la segunda de la promoción. Ahora podía apuntar hacia horizontes más lejanos hacia algo grandioso y estimulante: añadir su propia contribución al saber científico, pero un saber científico puro.
Tras casarse con Pierre Curie comienzan a trabajar juntos. Pierre preparaba con mucho cuidado sus clases para la escuela de física y química; mientras le ayudaban ese trabajo se dio cuenta de que podía aprender mucho de la vasta experiencia teórica y práctica que su marido tenía como físico. Allí había un terreno sólido para las investigaciones que acaba de iniciar. Fue autorizada a trabajar en los locales de la escuela y demostró que fue tan capaz como cualquier investigador en el campo de la física y la química. Es además la primera mujer europea que realiza una tesis doctoral: la radiación es necesariamente una propiedad atómica. Ese fue su gran descubrimiento y enorme aportación a la física y la química.
En 1900 y a instancias del gran matemático francés Henri Poincaré, Pierre presentó su candidatura a la cátedra de Física de la Sorbona y al mismo tiempo a Marie se le propuso dar clases de física en la Escuela Normal Superior femenina de Sèvres, donde se afanaba en preparar sus clases y las manipulaciones que debían realizar en el laboratorio sus jóvenes alumnas ávidas de saber. Así pasó el matrimonio unos años entre las clases universitarias y los trabajos de investigación tratando de demostrar ante la comunidad

internacional que efectivamente el radio y el polonio eran dos elementos químicos desconocidos hasta el momento. Ella buscaba lo que más tarde denominaría el tipo de evidencia que exige la ciencia química: el hecho de que el radio es el elemento auténtico . Tras la muerte de Pierre Curie se tomó una decisión única en Francia, conceder la cátedra de física que ocupaba su marido a Marie Curie, convirténdose así en la primera mujer que obtuvo un cátedra en La Sorbona.
Cuándo estalló la Primera Guerra Mundial, deseosa de ayudar a su patria de adopción, organiza el servicio radiológico como directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja y prepara vehículos dotados de aparatos de rayos X para ayudar a miles y miles de soldados. Se ocupó personalmente de acercar los equipos radiológicos a los heridos a los hospitales de campaña para radiografiarlos y ayudar a los cirujanos a extraer certeramente las balas. Aprendió, además, a conducir, y mecánica imprescindible para resolver algún problema con los automóviles. Pero el imparable avance de la guerra reclamaba más instalaciones radiológicas para atender a los heridos. Así que, ante la escasez de hombres, María decidió dedicar las inhábiles salas del pabellón de radio a lo que en ese momento era más urgente y necesario: la formación de mujeres en técnicas radiológicas. Redactó el programa e impartió cursos teórico-prácticos para que pudieran hacerse cargo de las unidades de radiología que iban montando, tanto fijos como móviles. En 1917 Irene se unió a su madre en esta tarea docente y poco tiempo después otras mujeres con formación en ciencias se sumaron al proyecto. Impartieron clases de electricidad y rayos X a 150 mujeres llamadas manipulatrices. Pronto se extendió la noticia de la importante labor humanitaria que llevaban a cabo y los países aliados reclamaron sus servicios. Su pasión con los enfermos y heridos hizo que ella sirviera como radiólogo para lo que estaba altamente cualificada a pesar de no ser médico.
Y podría continuar hablando durante largo tiempo sobre sobre esta increíble y incansable mujer, sus innumerables premios, condecoraciones, nominaciones y un largo etcétera.
Pero quiero terminar esta charla con unas palabras que Albert Einstein le dedicó: “Marie Curie es la única persona a quien la gloria no ha corrompido”.

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