Emilia Pardo Bazán. Una obra, una vida. Antonia Pascual Carnicero

Emilia Pardo Bazán. Una obra, una vida. Antonia Pascual Carnicero


Como muy bien apunta la profesora Isabel Burdiel una de las grandes obras de Emilia Pardo Bazán fue su vida. Una vida llena del deseo vehemente de llegar a ser alguien en el mundo intelectual de su época. Lo logró, y se convirtió en una de las grandes escritoras del siglo XIX español y europeo. La personalidad de Pardo Bazán aparece rotunda y al mismo tiempo muy volátil, imprecisa, difícil de aprender, llena de ambivalencias estéticas emocionales y políticas. En el plano largo es un personaje de una pieza, en el plano corto es un rompecabezas; esa multiplicidad de Pardo Bazán, su desconcertante capacidad para escapar al territorio de las definiciones conocidas, es decir, para hacer alguien situado y excéntrico a la vez, una escritora y una mujer que solamente son concebibles en su tiempo, en el tiempo que le tocó vivir y que, sin embargo, fue capaz de desestabilizar esos tiempos y en alguna de alguna manera cambiarlos, alguien que vivió en la segunda mitad del XIX en el que se estaban trazando rígidas dualidades entre lo tradicional y lo moderno, lo reaccionario y lo progresista, lo viejo y lo nuevo, por lo tanto vivió y escribió en un momento crucial de cambio social, económico y político en la España de la segunda mitad del último tercio del XIX y principios del XX.
Años que fueron claves en la construcción del Estado-nación en toda Europa y también en España. Años claves en la definición de los desafíos que se afrontaban con el llamado acceso de las masas de la política y también con el reto que planteaba la inclusión de las mujeres en la nación moderna. Todas estas tensiones recorren la vida y la obra de Pardo Bazán. Fue una mujer muy atrevida, muy rotunda en sus juicios, amante de las polémicas, apasionada y al mismo tiempo radicalmente antisentimental, católica militante y feminista radical, nacionalista española y cosmopolita convencida, crítica con el liberalismo tradicionalista y al mismo tiempo fascinada por el progreso y por la ciencia humanista y en algunos aspectos muy elitista, fue moderna y antimoderna, como lo fueron otros escritores importantes del siglo XIX como Balzac, Flaubert o los hermanos Goncourt.
Pardo Bazán plantea la inquietante pregunta de si se puede ser conservadora y progresista a la vez. Sus novelas y sus extraordinarios cuentos, que, según la crítica, estuvieron entre lo mejor de su obra, fueron decisivas, como las obras de Clarín o de
Galdós, para la renovación de la literatura del siglo XIX y en concreto, para la discusión sobre el llamado naturalismo literario con un ensayo muy importante en su momento, muy controvertido que ella títuló La cuestión palpitante. Autora de novelas canónicas, Los pazos de Ulloa, Madre Naturaleza y otras tan importantes como aquellas Insolación y Morriña o Memorias de un solterón. Hoy los especialistas valoran especialmente las obras del final de su vida La quimera, La sirena negra y ese testamento vital estético que fue Dulce dueño. Sus obras se tradujeron a todas las lenguas del mundo incluidas algunas tan exóticas como el estonio o el japonés. Fue periodista pionera en el periodismo cultural, dramaturga, un ámbito en el que no tuvo éxito, el único, empresaria cultural con una revista y una editorial el nuevo Teatro Crítico y la biblioteca de la mujer que fueron pioneras en la difusión de la literatura rusa en España y en los debates franceses y británicos sobre la llamada cuestión femenina. Tradujo a August Bebel y a Stuart Mill. Célebres fueron sus ensayos sobre la cuestión femenina algunos de ellos publicados inicialmente fuera.
¿Cómo se forjó el gran personaje que fue Emilia Pardo Bazán? Paso ahora a exponer algunas ideas sobre cómo pudo desarrollar sus facultades intelectuales de una manera que era bastante inusual en las mujeres de la época: Emilia Pardo Bazán nace el 16 de septiembre de 1851 en La Coruña, ciudad que siempre aparece en sus novelas bajo el nombre de «Marineda». Hija única de don José Pardo Bazán y Mosquera y de doña Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza, recibe una educación esmerada.
Su padre, de posición económica muy holgada y, además, liberal progresista y en cuya biblioteca había volúmenes de Voltaire. Su madre procedía también de la hidalguía gallega y también de familia liberal, ambos fueron un apoyo firme e incondicional para su hija. Lectora infatigable desde los ocho años, a los nueve compuso sus primeros versos, y a los quince su primer cuento, «Un matrimonio del siglo XIX», que envió al Almanaque de La Soberanía Nacional, y que sería el primero de los numerosísimos cuentos -cerca de 600- que publicaría a lo largo de su vida.
Su formación se completó en la capital de España, donde solía pasar los inviernos la familia, debido a las actividades políticas de su padre, militante en el partido liberal progresista.
Para Emilia Pardo Bazán el año 1868, el de la llamada Revolución Gloriosa que destronó a Isabel II, fue fundamental. En sus apuntes autobiográficos aparece con 17 años y dice “este año me casé, me vestí de largo y estalló la revolución de septiembre”. Pero la armonía liberal progresista y la carlista colapsaron para ella en muy pocos años. A partir de entonces Emilia Pardo Bazán miró siempre desde dos orillas no sintiéndose nunca del todo parte de ninguna y reconociéndose a retazos en ambas. Esto lo hizo políticamente, pero también como una mujer con los privilegios de un hombre que al mismo tiempo estaba en el centro y también en el margen del mundo.
Su marido, José Quiroga, otro personaje muy enigmático, le dio el espacio vital necesario para crecer intelectualmente, la respetó e incluso cuenta la leyenda que la amó siempre, en todo caso le proporcionó una libertad inusitada en la época y se eclipsó civilizadamente de su vida cuando ambos dejaron de estar de acuerdo respecto al deseo de Emilia no solo de escribir novelas, un género todavía concebido como escandaloso para una dama, sino novelas naturalistas y además ella quería tener relaciones con intelectuales bastante heterodoxos como los krausistas Augusto González de Linares que defendía las teorías de Darwin en la Universidad de Santiago y con el fundador de la Institución Libre de Enseñanza Giner de los Ríos. También un problema de herencias tuvo algo que ver, pero es menos heroico, en la disolución de ese matrimonio. Al mismo tiempo y desde La Coruña escribía sus primeras novelas, criaba a sus tres hijos, e intentaba darse a conocer a todos los críticos literarios importantes de la época entre ellos Menéndez Pelayo, Galdós que era el que le parecía más grande, Leopoldo Alas Clarín, Juan Valera... En la cuestión de los méritos relativos del naturalismo y el realismo, Pardo Bazán terminó abogando por el realismo, creyéndolo "una teoría más ancha, completa y perfecta que el naturalismo."
En 1876, se da a conocer como escritora al ganar el concurso convocado en Orense para celebrar el centenario de Feijoo. Son años en que todavía no ha abandonado totalmente la poesía. Gracias a Giner de los Ríos se edita en 1881 su libro de poemas, titulado Jaime.
La afición al género novelesco no es temprana en doña Emilia, que consideraba la novela un género menor, de mero pasatiempo, prefiriendo completar, siguiendo un orden, su formación intelectual.

En 1881 publica Un viaje de novios, novela para la que utilizó las experiencias de un viaje a Francia, y ese verano, en Meirás, acaba San Francisco de Asís, ya embarazada de su tercera hija, Carmen. El prólogo de Un viaje de novios es importantísimo para comprender lo que significa el naturalismo en la obra de Emilia Pardo Bazán, así como la serie de artículos que publica entre 1882 y 1883 bajo el título de La cuestión palpitante, la del naturalismo, corriente literaria que dio a conocer en España.
En esta línea naturalista se inscribe la tercera novela de doña Emilia, La Tribuna (1883), así como las posteriores de Los pazos de Ulloa (1886), La madre naturaleza (1887) y La piedra angular (1891), aunque entre La Tribuna y Los pazos de Ulloa escribe Emilia Pardo Bazán una novela en la que se aparta de la técnica naturalista. Se trata de El cisne de Vilamorta, en la que conjuga la observación realista con ciertos elementos románticos. Además, entre La madre naturaleza (1887) y La piedra angular (1891) publica cuatro novelas que tampoco pueden considerarse naturalistas: Insolación y Morriña, ambas de 1889 y ambientadas en Madrid, han sido consideradas por la crítica dentro de las coordenadas del realismo, y Una cristiana y La prueba, las dos de 1890, como participantes de cierto idealismo, tendencia que se observa también -con el paréntesis de La piedra angular-, en el ciclo de Adán y Eva, formado por Doña Milagros (1894) y Memorias de un solterón (1896).
En 1891 emprende una nueva aventura periodística con “Nuevo Teatro Crítico”, revista fundada y escrita completamente por ella, que tanto en su título como en su planteamiento misceláneo, cultural en sentido amplio, y divulgativo quiere rendir homenaje a su admirado Feijoo, y en 1892 funda y comienza a dirigir la Biblioteca de la Mujer.
Desde tiempo atrás doña Emilia venía colaborando en numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes, artículos, ensayos y numerosísimos cuentos que agruparía en varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor, Cuentos sacro-profanos, En tranvía (Cuentos dramáticos), Cuentos de Navidad y Reyes, Cuentos de la patria, Cuentos antiguos... Y también en la prensa, en “La Lectura”, empieza a salir en 1903 su novela La Quimera, que dos años después vería la luz como libro. Confirmando su criterio de que la novela debe reflejar el momento en que es escrita, pueden apreciarse en La Quimera ciertos ecos modernistas y simbolistas.

Es doña Emilia una figura reconocida en la vida literaria, cultural y social. En 1908 comienza a utilizar el título de Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en reconocimiento a su importancia en el mundo literario; desde 1910 era consejera de Instrucción Pública; socio de número de la Sociedad Matritense de Amigos del País desde 1912... Dos años después se le impondría la Banda de la Orden de María Luisa, y recibiría del Papa Benedicto XV la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice... En 1916 el ministro de Instrucción Pública la nombra catedrática de Literatura Contemporánea de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central.
El 12 de mayo de 1921, una complicación con la diabetes que padecía le provoca la muerte. Al día siguiente, toda la prensa hablaba de la escritora fallecida el día anterior, que fue enterrada en la cripta de la iglesia de la Concepción de Madrid.
Como Mujer Creadora de mundos, como escritora, su lucha con el entorno, con los recelos, con la displicencia de muchos tuvo que sortear una misoginia que venía con los tiempos, aunque había gente que no lo era. “Cómo habría cambiado mi vida de haberme llamado Emilio”, decía. Por ello trató de construir un yo biográfico frente a la autoridad paralizante de las convenciones sociales, disfrazadas hoy como siempre de sentido común, de ciencia, de moral o de distintas formas de corrección política o historiográfica.
Emilia Pardo Bazán se presentó en público como una intelectual versátil que creía sobre todo en el talento.
La literatura para ella tenía que ser en parte un bisturí de análisis social y de análisis del mundo que la rodea y hablaba ese método de análisis implacable que nos impone el arte moderno, algo que consideraba esa manera de abordar la literatura como muy poco femenino. Aquel método de análisis fue su primer vehículo de conocimiento, pero fue también un vehículo de conocimiento de sí misma, de la multiplicidad de individuos que había dentro de ella, y que como decía San Agustín en ese momento en el que un hombre, en este caso una mujer se convierte en pregunta para sí mismo desde muy temprano.

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