Conferencias Mujeres Célebres: Sor Juana Inés de la Cruz. Antonia Pascual

Conferencias Mujeres Célebres: Sor Juana Inés de la Cruz. Antonia Pascual

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ o LA PASIÓN POR EL CONOCIMIENTO

Antonia PASCUAL CARNICERO. Licenciada en Filología y profesora

Conocida como la décima musa o la Fénix de México, Juana Inés de Asbaje, es una de las figuras más asombrosas y más complejas del siglo 17, así como la única mujer polímata en la lengua española. Un polímata no es otra cosa que un erudito, una persona culta que se caracteriza también por un afán irreductible de saber, por una curiosidad inconmensurable. Juana es la polímata del barroco hispano, sobre todo si tenemos en cuenta las múltiples actividades a las que se entregará.

Es sin lugar a dudas es el escritor más importante de toda la literatura colonial hispanoamericana.

La obra de Sor Juana, que fue muy extensa, circuló inicialmente de forma manuscrita. Pero pronto se publicaron en España los tres tomos de sus obras completas, el primero con la ayuda de la marquesa de La Laguna y éste y el siguiente en vida de la autora, cosa que no era común en la época. Eso hizo que su obra fuese conocida rápidamente en la península y que fueran representadas sus obras teatrales.

Su obra literaria abarca los géneros de Poesía, Prosa y Dramaturgia. La poesía es lo que la hace ser más conocida y reconocida, aparte de las polémicas suscitadas por su “Carta Atenagórica” y “La Respuesta” como veremos. Pero es interesante efectuar un repaso general de su obra en prosa y para teatro, antes de profundizar en su poesía.

Y esta dedicación al conocimiento en general y a la literatura en particular lo hará con una pasión y una competencia realmente asombrosas, así, por ejemplo, Sor Juana escribirá poesía en todos los principales metros de la época, una poesía unas veces personal, de carácter amatorio, pero otras muy filosófica, satírica; a la vez escribirá teatro. La crítica divide sus obras teatrales en cuatro géneros: Festejos a lo humano, Festejos a lo sacro, Loas y Villancicos. En el primer grupo tres comedias: “La segunda Celestina”, en colaboración con Agustín de Salazar y Torres.  Los empeños de una casa” (inspirada en “Los empeños de un acaso” de Calderón) en la que se invierten los modelos habituales de la época; ya que la protagonista escoge a su marido, lo describe tal como lo haría un hombre de una mujer, y un criado se disfraza de mujer (no la inversa como era habitual). Por último, ”Amor es más laberinto”, en colaboración con Juan de Guevara, que es una refundición de “El laberinto de Creta” de Lope y se trata de una comedia galante, ingeniosa y chispeante que se estrenó para festejar el cumpleaños del virrey Conde de Galve.

Respecto a los “Festejos sacros”, escribió tres autos: El divino Narciso”;  “El mártir del sacramento, san Hermenegildo”y “El cetro de José. Según Villarrutia, aunque no se traten de obras de primer orden son interesantes para la época y muestran influencias calderonianas. El más conocido es el primero de ellos, en el que presenta la caída y la redención del género humano por medio del sacrificio de Jesucristo descrito como una alegoría mítica. Dice de esta obra Octavio Paz, que no es indigna de los autos de Calderón. 

En cuanto a los “Villancicos”, se mencionan 12 originales y 10 atribuibles, escritos entre 1676 y 1692. Estas obras gozaron de un general aplauso de la crítica y en ellas domina la sencillez y el tono popular, pero sin hacer concesiones a la vulgaridad. Estas composiciones tuvieron un gran éxito por lo que recibió numerosos encargos.

Y por último, en cuanto a “Loas” recoge 18: Éstas tenían entidad propia (aunque formasen parte de Comedias o Autos sacramentales) y eran obras de tono culto que incluían alabanzas a los personajes homenajeados y solían ser representadas en palacio. Según indica González Boixo son excesivamente aduladoras y artificiosas, como lo eran todas esas composiciones en el siglo XVII, lo que las hace desfasadas del gusto literario actual.

Hemos visto cómo dedicó su vida al estudio, derecho que reivindicó como mujer frente a las persecuciones en las que, por este motivo, se vio envuelta: su verdadera vocación no fue religiosa, sino intelectual.

Sin embargo, Sor Juana estará muy pronto en el ojo del huracán de la vigilancia religiosa y como consecuencia también se va a producir el episodio más desagradable de su vida, escrito en prosa y de forma autobiográfica: es la carta Atenagórica. Fue un escrito muy arriesgado que ella pretendía que circulara solo entre los más íntimos, entre sus hermanas en el convento y entre sus amigos intelectuales, porque era un texto problemático en él que Sor Juana se permitía establecer una acción clara de hybris, es decir, un acto de arrogancia rebatiendo las ideas del predicador más importante del momento, el padre portugués Antonio Vieira, con quien discrepa abiertamente, pues la carta Atenagórica -que, como (decimos), pretendía Sor Juana  permaneciese  en el ámbito de lo privado, de lo íntimo exclusivamente- es publicada contra su voluntad por el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo de ‘Sor Filotea’, quien le escribió una carta recriminándole un pretendido abandono de la literatura religiosa y por su afecto a las letras profanas. ‘Mucho tiempo ha gastado V. md. en el estudio de filósofos y poetas; ya será razón que se perfeccionen los empleos y que se mejoren los libros’. Claramente, esto fue una reprobación de un superior.

En 1691 Juana responde al obispo (Sor Filotea de la Cruz) en ese documento autobiográfico, un texto que se puede considerar como una declaración de su vocación, y, a su vez, es una confesión espiritual; pero también es una biografía intelectual de mucho calado. Se trata de una argumentación que combina humildad y audacia, “con la verdad y claridad que en mí siempre es natural y costumbre”.

Veamos la imagen de su quehacer mental, por medio de sus propias palabras, a través de esta autobiográfica de inestimable valor, la carta Atenagórica y la respuesta de sor Filotea de la Cruz:

Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento”.

Desde niña, “podía conmigo más el deseo de saber que el de comer”.

De joven, “…el pelo crecía aprisa y yo aprendía despacio y con efecto le cortaba […] que no me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”.

“Entréme religiosa, porque […] para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación […] querer vivir sola […] no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.

“Pensé que huía de mí misma, pero ¡miserable de mí!, trájeme [al convento] a mí conmigo y traje mi mayor enemigo [el deseo de estudiar] en esta inclinación, que no sé determinar si por prenda o castigo me dio el Cielo, pues de apagarse o embarazarse con tanto ejercicio que la religión tiene, reventaba como pólvora, y se verificaba en mí el privatio est causa appetitus [la privación es causa de apetito]”.

Dice Octavio Paz acerca de la pasión de Sor Juana por el conocimiento: “por saber designa no sólo a las ciencias y a la filosofía sino a lo que en aquella época se llamaba letras humanas y que abarca en primer término a las literaturas clásicas.”

Este era el contexto adverso en que vivió Sor Juana, a pesar de que en 1600 había comenzado una revolución en las mentes occidentales con el inicio de ‘la Era de la Ciencia’, la Nueva España se negaba a cambiar. El velo medieval, desgarrado por Kepler y Galileo, era zurcido sin descanso por el clero novohispano.

Por otro lado, hay que subrayar que Sor Juana ocupa en el campo de la lírica el lugar más destacado del periodo final del Barroco hispano. Heredera de una cultura que había llegado a su apogeo, supo transmitir lo mejor de las corrientes poéticas de su época: la brillantez culterana de sus versos gongorinos junto al ingenio conceptista de Quevedo y Calderón. En la poesía de la Décima Musa se muestra el contenido del barroco como movimiento cultural y movimiento artístico de la época tanto de España como de la Nueva España. Su obra poética catalogada por Octavio Paz como un producto artístico que nació inspirado en la belleza misma del objeto poético que en este caso es la mujer. Sin embargo hay críticos que van más allá y aseguran que a través de sus versos Sor Juana tenía la intención transgresora de afirmar su identidad femenina frente a un mundo de hombres.

La poesía de Sor Juana se puede clasificar en amatoria, religiosa, laudatoria y también científica. En Primero sueño, ejemplo de la lírica de amor y desamor, tenemos el soneto “al que ingrato me deja busco amante”. Se trata de una antítesis dónde se van a oponer los verbos dejar, seguir, adorar, maltratar y también los sustantivos como ingratos frente amante, vamos a notar también que el ritmo que tiene este soneto, sobre todo por la palabra amante que se va a repetir en diamante y triunfante, esto que parecería cacofonía no lo es, es simplemente la forma y el contenido que Sor Juana nos da para que encontremos ese trato de amor como un diamante, como una piedra muy fuerte que mata pero qué es lo más importante del soneto, puesto que hay una especie de yo adoro pero no me quieren y aquel que me adora yo no lo quiero. Este triángulo proviene de la comedia de enredo que también podemos ver en Los empeños de una casa y, finalmente, en los epigramas latinos que también trataban la cuestión del amor.

En relación con la poesía filosófica hemos escogido el soneto “En perseguirme, mundo, qué interesas”. La estrofa cumple con el canon del barroco pues recoge temas típicos como el amor, el tiempo, la apariencia, el uso del hipérbaton, de los contrastes y antítesis. Y, sobre todo, su afán y pasión por el conocimiento:

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que vencida

es despojo civil de las edades

ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

El soneto comienza con una personificación o prosopopeya del Mundo, poniéndolo con mayúsculas para representar el agobio social que la persigue, que le repite a cada paso qué se espera de ella. Pero, el retruécano del final del primer cuarteto señala precisamente cuales son los intereses de Sor Juana: cultivar y enriquecer el intelecto y no su belleza física. Destaca también su rechazo por aquellas cosas superficiales tan valoradas en su época y aún en la actualidad, además reafirma su inteligencia pues el juego de palabras demuestra su capacidad mental y la riqueza que habita en su pensamiento, así, no sólo lo dice, además lo demuestra y lo señala.

El terceto primero apunta que, para ella, la belleza es efímera y esporádica y que más tarde será “despojo civil de las edades''. Despojo, pues, es un residuo que se puede perder o que no pertenece a nadie. En lo que respecta a civil, se refiere concretamente a una norma social que no es natural sino impuesta. Civil entonces es sinónimo de artificial; de las edades porque con el tiempo todo se acaba. Otra vez vuelve la idea de que la riqueza es falsa, superficial y lo enfatiza con el “fementida”. El calambur de fementida puede leerse “fe mentida”, y reitera la idea de que la riqueza puede causar fe, pero esa fe miente.

Es un hecho que Sor Juana reflexiona acerca de los temas propios del barroco, y muestra un especial interés hacia el paso del tiempo. Este es uno de los grandes tópicos del barroco, todo lo material es aparente, es pasajero, es caduco. como la fama, la gloria o la belleza que destruye el tiempo.

Por último, comentaremos uno de los poemas más famosos, aunque no por ello menos importante. Se trata de “Hombres necios que acusáis:


Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

sí con ansia sin igual

solicitáis su desdén

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana;

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por crüel

y otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende

si la que es ingrata, ofende,

y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejáos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

Se trata de un poema satírico. La sátira es un subgénero que viene desde la antigüedad clásica y que tiene por finalidad la crítica, o la censura mediante diversos argumentos.

El poema aborda el tema del trato desigual de la mujer por parte de los hombres y de la sociedad. Está compuesto por 16 estrofas de tipo redondilla. En él se anuncian cuestiones relacionadas con la actitud injuriosa y contradictoria de los hombres hacia las mujeres, también a la doble moral de los mismos y de la sociedad de la época.

El poema comienza sentenciando al hombre, al cual se dirige. La voz poética, en este caso sería una mujer, toma una postura crítica hacia la forma en que el hombre actúa de manera hipócrita, egoísta e impulsiva hacia la mujer. Pero, ¿cuál es la razón?

 Veamos, esta postura crítica de Sor Juana Inés de la Cruz emerge en un mundo desigual y patriarcal. En el siglo XVII, esta religiosa defiende la figura femenina y su valor. Este poema parece ser una llamada de atención al trato y lugar que los hombres daban a las mujeres de su época.

En cada uno de los versos se pone en evidencia la actitud injuriosa y difamatoria del género masculino hacia el femenino, así como todos los defectos que los hombres poseen, los cuales utilizan para calumniar a las mujeres.

Resulta muy curioso que sea una monja quien habla de estos temas profanos, aunque esté enclaustrada tiene conciencia de estas relaciones que se establecen entre los hombres y las mujeres en una sociedad tan desigual para ellas.

Los califica de hombres necios, es decir faltos de sentido porque desean una mujer ideal, pero la quieren conquistar, aunque más que de conquista deberíamos hablar de seducción para lograr poseerlas.

Y a modo de conclusión señalar lo que supuso la pasión por el conocimiento para sor Juana, esa curiosidad intelectual condenada por los Padres de la Iglesia y por los teólogos desde San Agustín a Calvino y, que sin embargo, fue rehabilitada gracias al trabajo del pensador inglés Francis Bacon, el padre del experimentalismo inglés para quién en algún momento la totalidad del conocimiento puede hacer las funciones como una forma mental de patria, como el territorio nutricio.  De este modo, el lema que Francis Bacon adoptaría, Plus Ultra, podría ser perfectamente suscrito por la propia Sor Juana Inés de la Cruz para cuyo afán de saber no había fronteras impuestas en ningún caso ni siquiera a veces por la propia naturaleza.

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